¿Es la IA una heroína o una villana? Estas 4 reglas lo definirán La IA puede ser una poderosa aliada para los negocios o un riesgo potencial: estos cuatro principios éticos determinan el resultado.
Por Slava Bogdan
Key Takeaways
- Explica claramente cómo utilizarás la IA para ganarte la confianza de los involucrados.
- Protege la privacidad: establece políticas sólidas de datos y capacita a tus empleados en el uso seguro de la IA.
- Usa la IA para apoyar, no sustituir, a las personas y así obtener mejores resultados y mayor equilibrio.
Las opiniones expresadas por los colaboradores de BIZ Experiences son personales

La inteligencia artificial (IA) está inaugurando una nueva era en la innovación empresarial. Más del 50% de las empresas estadounidenses con más de 5,000 empleados utilizan IA a diario; esa cifra sube al 60% en organizaciones con más de 10,000 empleados.
Sin embargo, esta rápida expansión trae consigo dilemas éticos. En promedio, el 40% de los empleados considera que el uso de IA ha generado conflictos éticos, definidos por el Instituto de Investigación de Capgemini como resultados no transparentes, injustos o sesgados. La gran pregunta es cómo podemos aprovechar la eficiencia de la IA en beneficio de la sociedad. Aquí te presentamos cuatro principios clave para que la IA sea una heroína en tu negocio.
1. Priorizar la transparencia
Según el informe CX Trends, el 65% de los líderes en experiencia del cliente ven hoy a la IA como una necesidad estratégica. Pero las empresas deben superar el enfoque de "caja negra" y mostrar con claridad cómo funcionan sus sistemas de IA: cómo operan los algoritmos, qué datos utilizan, cómo toman decisiones y qué sesgos podrían tener. Esto fomenta la confianza y permite que clientes, socios y demás interesados interactúen con la IA con plena conciencia.
La marca de cosméticos Lush es un ejemplo de uso ético de la IA: mantiene un diálogo abierto y comunica su postura a través de canales como redes sociales. Su compromiso con la transparencia se refleja, por ejemplo, en su rechazo a sistemas de evaluación de personas o tecnologías que comprometan la privacidad o autonomía de los clientes.
De forma similar, Adobe presentó su conjunto de herramientas de IA generativa Firefly, explicando claramente qué datos se usaron para entrenar el modelo, incluyendo el origen y estatus de dominio público de las imágenes. Esto permite a los usuarios tomar decisiones informadas sobre derechos de autor.
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2. Garantizar la privacidad
El uso cotidiano de la inteligencia artificial por parte de empleados, muchas veces sin conocimiento explícito del empleador, puede representar un riesgo para la privacidad. Un estudio de CybSafe y la Alianza Nacional de Ciberseguridad reveló que el 52% de quienes usan IA en el trabajo no han recibido capacitación sobre su uso seguro.
Además, el 38% de los empleados admitió haber compartido información sensible sin autorización, lo cual puede exponer datos confidenciales, propiedad intelectual o detalles de clientes. Un 65% también dijo no sentirse seguro ante amenazas cibernéticas relacionadas con la IA.
Por ello, es vital revisar las políticas de privacidad de cada herramienta, prestando atención a la recolección, uso, almacenamiento y posibilidad de compartir datos con terceros. Esto permite una comunicación transparente con los clientes sobre los riesgos y beneficios de la IA.
Las empresas deben establecer directrices claras para proteger los datos de los empleados y de la organización. La implementación ética de la IA comienza con políticas que contemplen la responsabilidad, comprensión, equidad, privacidad y transparencia.
Un ejemplo de lo que ocurre cuando se descuida la seguridad es el chatbot chino DeepSeek R1. Investigadores de Cisco y la Universidad de Pensilvania probaron que el sistema no logró bloquear ninguno de 50 comandos potencialmente dañinos. En contraste, otros modelos líderes mostraron una vulnerabilidad de entre el 26% y el 96%, lo que pone en evidencia la necesidad de adoptar medidas de seguridad sólidas.
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3. Eliminar los sesgos
Un estudio publicado en JAMA Network Open mostró que el 83.1% de los modelos de IA presentan alto riesgo de sesgo, con problemas como muestras inadecuadas o mal manejo de la complejidad de los datos. La IA aprende de lo que crean las personas, por lo que puede reflejar prejuicios existentes en los datos de entrenamiento. Esto hace indispensable realizar pruebas rigurosas de equidad y verificación de hechos.
Buscar la equidad al desarrollar algoritmos es una tarea compleja, ya que los datos muchas veces reflejan desigualdades sociales, y los propios desarrolladores pueden introducir sesgos sin darse cuenta.
Para mitigar este problema, es esencial utilizar datos que representen fielmente la realidad, en lugar de perpetuar las desigualdades existentes.
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4. Potenciar el talento humano
El verdadero valor de la IA no está en reemplazar a las personas, sino en complementar sus esfuerzos para potenciar el rendimiento. Por ejemplo, mientras una persona puede alcanzar una precisión promedio del 81% y la IA sola un 73%, su colaboración puede llegar al 90%. La IA puede encargarse de tareas repetitivas, permitiendo que los equipos humanos se concentren en lo estratégico, empático y creativo.
Un ejemplo de esta sinergia es el proceso de rebranding de mi empresa, donde usamos IA para generar un estilo visual especial. Aunque la IA ayudó a generar ideas y estructuras, fueron los diseñadores e ilustradores quienes refinaron los resultados para lograr coherencia y calidad.
Zendesk, por su parte, utiliza chatbots con IA para atender preguntas frecuentes, reduciendo la carga de trabajo del personal humano. Cuando surgen problemas más complejos, el bot transfiere la conversación a una persona real que pueda aportar empatía.
Integrar estos cuatro principios (transparencia, privacidad, eliminación de sesgos y colaboración con las personas) es la fórmula clave para aprovechar los beneficios de la IA sin perder de vista la ética. El futuro de la inteligencia artificial dependerá de nuestro compromiso con su desarrollo y uso responsable, asegurando que sea una heroína en un mundo cada vez más digital.